Durante el voluntariado del año pasado (2011), se creó el
grupo de mujeres “Lutsangani 4 Life women’s Group” formado por mujeres de
diferentes edades y diferentes aldeas del pueblo de Tsunza, siendo la mayoría
de la zona de Nigamba, donde residen los voluntarios.
El objetivo de este grupo
era dar a estas mujeres la oportunidad de ser autosuficientes, ya que la
mayoría de mujeres de las áreas rurales de países como Kenia todavía dependen
del sueldo del marido, hermano o hijo, si lo tiene. De esta manera aprenderían
a tener más autonomía, imaginación e iniciativa, cualidades que, debido a su
educación y condición, no habían desarrollado.
A este primer grupo, se le enseñó a hacer pulseras y
tobilleras de hilos de colores y se hizo una primera inversión en material (de
unos 150 euros) a cargo de la asociación para que pudieran empezar el trabajo.
Era tanta la energía y las ganas de trabajar de esas mujeres, que en poco
tiempo habían hecho centenares de pulseras.
Gracias al esfuerzo de voluntarios
como Pablo Idoate y Anna Planas, entre otros, el sueño de estas mujeres se hizo
realidad y las pulseras se pudieron vender en España, Kenia e Italia.
En Agosto
de 2012, se pudo entregar en mano a la Presidenta del grupo el importe
recaudado, más de 1500 euros que deberían gestionarse ellas mismas e invertirlo
en material para seguir con el negocio, y así lo hicieron; a la semana
siguiente, compraron dos máquinas de coser para coser ellas mismas los
uniformes escolares.
Visto el éxito que había tenido el primer grupo, otras
mujeres del pueblo empezaron a animarse y a solicitar su inclusión en el grupo.
Sin embargo, en lugar de incluirlas en el antiguo grupo, decidimos crear un
segundo grupo nuevo, el cual tomó por nombre “Kata na Shona raising group” que
en swahili significa corta y cose.
Este grupo está formado por 20 mujeres de
diferentes edades y ellas mismas se organizaron asignando una presidenta,
vicepresidenta, secretaria, vicesecretaria y tesorera. Fue tanto el interés de
las mujeres de Tsunza por participar en este grupo de trabajo, que tuvieron que
poner un límite de 20 miembros, ya que de no ser así, cada día se unían más.
Las voluntarias Anna, Valentina y Aina se reunían con ellas varias veces por
semana y les enseñaron a organizar y cuidar el material, dibujar patrones y
coser a mano. Algunas mujeres ya sabían coser y eso facilitó que entre ellas se
fueran ayudando y enseñando.
Se pensó que sería buena idea utilizar las
coloridas telas que usan para vestirse y transportar bebés así que Aina
invirtió parte del dinero recaudado en Barcelona para comprar las telas, hilos
y agujas para que pudieran empezar a trabajar, y antes de que las últimas
voluntarias marcharan de Tsunza, las mujeres ya habían cosido a mano centenares
de modelos diferentes de neceser, estuches, fundas para el móvil y bolsas.
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